LA ARABIA FELIZ, LA PENÍNSULA ARÁBIGA
1La península arábiga se extiende sobre una superficie de tres millones de kilómetros cuadrados y limita al norte con Jordania e Irak; al sur con el océano Índico; al este con el golfo Pérsico; y al oeste con el mar Rojo.
Fue Ptolomeo quien dividió en la Antigüedad la península arábiga en tres partes: la Arabia desierta, la Arabia pétrea y la Arabia feliz. Hoy en día, geográficamente podemos distinguir cuatro zonas:
1. Al oeste, el Hijaz, a lo largo del mar Rojo, con las ciudades de Medina y de la Meca. Zona por excelencia donde estaban asentadas las tribus beduinas que se dedicaban al comercio y al saqueo de caravanas.
2. En el suroeste el Yemen o Hadramaut que corresponde al territorio de la Arabia feliz, zona muy fértil en vegetación debido a las lluvias monzónicas, gran productor de plantas aromáticas y especias, famoso en la antigüedad por sus perfumes y el incienso.
3. En la zona central, se encuentra el Nefed, una gran meseta colindante con el vasto desierto de arenas rojas Al-Nafud al norte y con el otro gran desierto, el Rub-al-Jali, que se extiende por gran parte del sureste.
4. En la parte oriental de Arabia, el clima es caliente y húmedo. Está bañada por las aguas del golfo Pérsico. Las lluvias monzónicas propician en esta región la agricultura.
ARABIA ANTES DE MAHOMA
2Según el relato bíblico, Sem, uno de los tres hijos de Noe, engendró después del Diluvio universal a los semitas, árabes, judíos, mesopotámicos, etc., que se asentaron en Oriente Próximo. El origen de los árabes tiene lugar, sin ninguna duda, en el III milenio a. C., cuando los semitas en su migración abandonaron su cuna en Arabia para establecerse en Mesopotamia. Más tarde, aquellos semitas formaron parte de los reinos de Súmer y Acad y se convirtieron en época posterior en asirio-babilónicos, arameos, fenicios, amorreos, caldeos y cananeos.
La historia de la Arabia preislámica depende en parte de hallazgos arqueológicos y epigráficos pero sobre todo de fuentes protohistóricas, esencialmente los textos de procedencia egipcia, griega y romana. Después de Mahoma, los escritores musulmanes fijaron en sus textos la tradición oral acerca de la Arabia de la Yahiliyyah o ‘edad de la ignorancia’, es decir, de la Arabia antes de la llegada de Mahoma.
3Durante el II milenio varios pueblos de Mesopotamia regresaron a la península arábiga para crear reinos y ciudades-estado de carácter heteróclito.
Así, en el norte, varios conjuntos de tribus nómadas, que se dedicaban al comercio caravanero consiguieron fusionarse dando lugar a reinos brillantes como el de los Thamud (el más antiguo), el de los nabateos y posteriormente el de los palmiranos, por citar a los más importantes.
En la parte meridional de Arabia florecieron a partir del siglo IX a. C. reinos como el de Sabá en Yemen, el reino de Ma´in, el de los Mineos, establecidos al norte de Yemen, el reino de Qataban y el reino de Hadramaut. En el siglo II a. C. surgió el reino de los himyaritas que llegó a conquistar todo el Yemen en el siglo III d. C. y unificar la Arabia meridional en su apogeo, formando un gran imperio.
4En Omán, los A’adids desde el siglo X a. C. habían creado el reino de A´ad. Es muy probable que los árabes de la antigüedad hablaran una lengua similar al acadio. En el siglo IX a. C., los textos asirio-babilónicos mencionan a los árabes en sus relatos de batallas entre el ejército asirio y las tropas de árabes. Los monarcas del reino de Saba pagaban un tributo anual a los reyes de Nínive.
Se sabe que los persas se aliaron con los árabes para conquistar territorios e incrementar sus ejércitos. En tiempos de los aqueménidas, que fueron una dinastía que gobernó el Imperio persa del 550 a. C. al 331 a. C., el norte de Arabia, que formaba parte del Imperio persa, fue constituido en satrapía.
5Uno de los reinos, el nabateo (s. V a. C.-105 d. C.), cuya capital, Petra, fue digna de admiración en la antigüedad, logró establecer estrechas relaciones políticas y comerciales con la dinastía de los seléucidas antes de ser sometido por los romanos. Después del declive de los nabateos, surgió el poderoso reino de Palmira, que se extendía hasta el Mediterráneo. Durante el reinado de Zenobia alcanzó su máximo esplendor, pues abarcaba Asia menor y Egipto. No obstante, en el año 273 d. C. el emperador Aureliano conquistó Palmira y la reina Zenobia fue llevada presa a Roma.
6La Arabia meridional era en gran parte sedentaria y poseía imponentes ciudades-estado como Saná y Marib, carácter esencial que la diferenciaba de los habitantes del norte de la Arabia nómada. Sin duda, el reino de Saba fue el más importante de la Arabia meridional, prueba de ello es su extraordinario desarrollo urbanístico gracias a una sofisticada red de canales y diques (también en Marib existía una red fluvial semejante), que permitían disponer de abastecimiento de agua en enormes depósitos para el consumo humano y la irrigación de los campos (por esta razón se conocía como la Arabia feliz). El reino de Saba estableció relaciones comerciales con Etiopía, Egipto, Mesopotamia y la India, pues los sabeos eran experimentados navegantes y se ha comprobado que llegaron hasta Indonesia con sus naves. Esencialmente, las mercancías que transitaban en los puertos de los sabeos eran especias, incienso y tejidos preciosos.
LA ORGANIZACIÓN SOCIAL DE LOS BEDUINOS
7Sociológicamente, la Arabia preislámica se caracterizaba por tribus de pastores y de comerciantes, cuya forma de vida nómada estaba no obstante cimentada por estrechos vínculos de sangre. Los nómadas (ahl al-wabar) se diferencian de los sedentarios (ahl al-madar), sin embargo el parentesco era de suma importancia para todos. La asabiya, el espíritu de solidaridad del grupo, imperaba sobre cualquier otra forma de organización política, por rudimentaria que fuera. Fuera de la tribu no existía posibilidad de una vida individual. Cada tribu se regía por costumbres y reglas no escritas, que cada beduino debía de observar escrupulosamente so pena de ser expulsado de la tribu. Una vez abandonado por los suyos, el beduino se convertía en un abtar, es decir, en un renegado que padecía todo tipo de penurias y de vejaciones.
8La base de la organización tribal era la familia. Un conjunto de familias formaban una tribu, y a su vez un conjunto de tribus formaba un clan. A la cabeza de cada tribu estaba un jefe (sheij o sayyid) elegido por los miembros más destacados del conjunto de familias, el consejo. El jefe de la tribu, en general un sabio anciano, velaba celosamente por mantener la unidad de los suyos, impartía justicia y dictaminaba los casos de venganza de sangre o tha´r pues imperaba la ley del «ojo por ojo».
9También determinaba si había que emprender las temidas razias o ghazwa contra otras tribus, pues estas estaban perpetuamente enfrentadas entre sí y vivían en un clima de gran violencia. Cada beduino nómada era a la vez un comerciante camellero y un guerrero. Gracias a estas largas caravanas de beduinos, más tarde penetraron las ideas religiosas del judaísmo y del cristianismo por toda la península arábiga. Los sacerdotes de la religión tradicional árabe eran también augures que tenían una importancia considerable en el seno de la sociedad tribal. El adivino o kahin vaticinaba el futuro y desvelaba los secretos de la naturaleza. El arrâf, de poder superior, era un poderoso mago capaz de entrar en relación con la divinidad y de interpretar la voluntad de los djinns, seres sobrenaturales omnipresentes en el mundo de los humanos. El curandero o tabib liberaba a los enfermos del poder maligno de los djinns. Los hanifs eran hombres santos.
LENGUA, CULTURA Y RELIGIÓN DE LOS BEDUINOS
10El árabe es una lengua semítica que tiene una antigüedad de unos mil quinientos años. Muchos especialistas consideran que su origen se identifica con el dialecto del Clan de los Quraysíes, que dominaban en La Meca. Con el transcurso del tiempo, dicho dialecto se afirmaría como el más perfecto de los dialectos hablados en la península arábiga, en gran parte por la preponderancia económica y comercial de La Meca. Poetas y oradores lo elevaron a lengua literaria en la Arabia de la Yahiliyyah. Consta de veintiocho letras consonantes, que se escriben de derecha a izquierda. Existen, asimismo, tres vocales: «a» o fatha, «i» o kasra, y «u» o damma. La escritura no utiliza más que las letras consonantes. El texto se lee, añadiendo pues las vocales que no aparecen escritas.
11Respecto a la expresión cultural y literaria de la Arabia preislámica, hay que resaltar la importancia de la poesía lírica y épica cuyos temas abarcaban las virtudes guerreras, los amores desgraciados y la admiración por la naturaleza. También los poetas cantaban la muruwwa, es decir la virilidad, la lealtad al clan, el coraje, cualidades que se consideraban las más excelsas entre los beduinos. Como se ha dicho antes, la península arábiga era una encrucijada comercial de primera importancia, entre Asia y Europa. Los árabes controlaban el comercio de especias por las rutas marítimas del Índico al mar Rojo, hasta India y China mediante Asia central (la famosa Ruta de la Seda). En los inicios del siglo VI d. C., La Meca (Makka en árabe), se confirma como centro neurálgico comercial de primer orden, por su emplazamiento en la encrucijada de las rutas caravaneras entre el Yemen y Siria y también de Yemen hacia Mesopotamia. Paulatinamente, La Meca se convierte en el núcleo urbano más destacable de la península arábiga. Estaba gobernada como una república de mercantes por la todopoderosa tribu de los qurayshíes. Verdadero centro político y financiero, la preponderancia de La Meca se manifiesta además por ser el lugar de peregrinación más importante de toda la península arábiga, con su santuario de la Kaaba, la piedra negra de origen divino que se remontaba a Abraham.
12Sabemos poco sobre la situación religiosa de Arabia anterior al islam. Disponemos de escasos documentos: inscripciones árabes, sobre todo de la parte meridional de Arabia; algunos documentos de literatura preislámica, sobre todo poesía, pero cuya autenticidad es dudosa; los testimonios (muy) posteriores de los historiadores árabes como Ibn al-Kalbî con el Kitab al-Asnam o Libro de los ídolos; Shahrastani (m. 1153) o Masía ûdî (m. 956) con Los prados de oro; y el testimonio del Corán, pues la predicación de Mahoma era desde luego el reflejo directo de la situación religiosa que prevalecía en su época. Por un lado, había una religión árabe tradicional y por otro, dos minorías cuya influencia era bastante considerable: los judíos y los cristianos.
13La religión primitiva de Arabia era una mezcla de henoteísmo y de politeísmo. Cada tribu veneraba a sus propios dioses, y entre ellos a uno principal. Se adoraba a las piedras, a los árboles. Aún hoy en día, el culto a algunos árboles permanece en la península arábiga, pues se considera que son la morada de un santo (walî-s).
14Los árboles y los animales del haram, zona consagrada alrededor de los templos, estaban considerados como consagrados e intocables. Según la tradición islámica (Bukhari, Sahih), había trescientos sesenta ídolos que representaban a las divinidades más importantes en el momento en que Mahoma conquistó La Meca en el 630.
Pasaje de: Ernest Yassine Bendriss. “Breve historia del Islam.” ePubLibre, 2013-05-13. iBooks.
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