Patas arriba
Eduardo Galeano
La
escuela del mundo al revés es la más democrática de las instituciones
educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y gratuitamente
dicta sus cursos a todos y en todas partes, así en la tierra como en el cielo:
por algo es hija del sistema que ha conquistado, por primera vez en toda la
historia de la humanidad, el poder universal. En la escuela del mundo al revés,
el plomo aprende a flotar y el corcho, a hundirse. Las víboras aprenden a volar
y las nubes aprenden a arrastrarse por los caminos.El mundo al revés premia al
revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos
y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la
injusticia, dicen, es ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más
prestigiosos del cuerpo docente, habla de "la tasa natural de
desempleo". Por ley natural, comprueban Richard Herrnstein y Charles Murray,
los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar
el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza
recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después,
muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros
para anunciarles la gloria.
¿Supervivencia de los más aptos? La aptitud más útil para abrirse paso y
sobrevivir, el killing instinct, el instinto asesino, es virtud humana cuando
sirve para que las empresas grandes hagan la digestión de las empresas chicas y
para que los países fuertes devoren a los países débiles, pero es prueba de
bestialidad cuando cualquier pobre tipo sin trabajo sale a buscar comida con un
cuchillo en la mano. Los enfermos de la patología antisocial, locura y peligro
que cada pobre contiene, se inspiran en los modelos de buena salud del éxito
social. Los delincuentes de morondanga aprenden lo que saben elevando la mirada,
desde abajo, hacia las cumbres; estudian el ejemplo de los triunfadores y mal
que bien hacen lo que pueden para imitarles los méritos. Pero "los jodidos
siempre estarán jodidos", como solía decir don Emilio Azcárraga, que fue
amo y señor de la televisión mexicana. Las posibilidades de que un banquero
que vacía un banco pueda disfrutar, en paz, del fruto de sus afanes son
directamente proporcionales a las posibilidades de que un ladrón que roba un
banco vaya a parar a la cárcel o al cementerio.
Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama
ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país
endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo. El malevaje
financiero secuestra países y los cocina si no pagan el rescate: si se compara,
cualquier hampón resulta más inofensivo que Drácula bajo el sol. La economía
mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los organismos
internacionales que controlan la moneda, el comercio y el crédito practican el
terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de todos los países,
con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al mejor de los
tirabombas.
El arte de engañar al prójimo, que los estafadores practican cazando
incautos por las calles, llega a lo sublime cuando algunos políticos de éxito
ejercitan su talento. En los suburbios del mundo, los jefes de Estado venden los
saldos y retazos de sus países, a precio de liquidación por fin de temporada,
como en los suburbios de las ciudades los delincuentes venden, a precio vil, el
botín de sus asaltos.
Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en plan minorista, la
misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales condecorados por crímenes
que se elevan a la categoría de glorias militares. Los asaltantes, al acecho en
las esquinas, pegan zarpazos que son la versión artesanal de los golpes de
fortuna asestados por los grandes especuladores que desvalijan multitudes por
computadora. Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los
derechos humanos, jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles.
En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la paz
universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás
países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los
que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más
envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante
negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad y felicitación
quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la
mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor
cantidad de naturaleza al menor costo.
Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del
mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo:
unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no
duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos
entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce
a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos.
Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de
aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas,
nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la
realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a
aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo
recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de
impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin
gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su
aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela.
(Este es un capítulo del nuevo libro de Eduardo Galeano,
Patas arriba. La
escuela del mundo al revés)Encontrado en: http://www.brecha.com.uy/numeros/n676/contra.html
El Lenguaje 3
En la época victoriana, no se podían
mencionar los pantalones en presencia de una señorita. Hoy por hoy, no
queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública:
el capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado;
el imperialismo se llama globalización;
las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos;
el oportunismo se llama pragmatismo;
la traición se llama realismo;
los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos;
la expulsión de los niños pobres por el sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar;
el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral;
el lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría;
en lugar de dictadura militar, se dice proceso;
las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas;
cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos;
el saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito;
se llaman accidentes los crímenes que cometen los automóviles;
para decir ciegos, se dice no videntes;
un negro es un hombre de color;
donde dice larga y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o sida;
repentina dolencia significa infarto;
nunca se dice muerto, sino desaparición física;
tampoco son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares:
los muertos en batalla son bajas, y los civiles que se la ligan sin comerla ni beberla, son daños colaterales;
en 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró:
«No me gusta esa palabra bomba. No son bombas. Son artefactos que explotan»;
se llaman Convivir algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar;
Dignidad era el nombre de unos de los campos de concentración de la dictadura chilena y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya;
se llama Paz y Justicia el grupo
paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco
campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras rezaban en una iglesia
del pueblo de Acteal, en Chiapas.
Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
http://eduardogaleano.org/
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