Los árabes llegaron a España con la talavera y, a su vez, los peninsulares la introdujeron en la Nueva España. Al llegar, los evangelizadores aportaron el conocimiento de cómo obtener cerámica Mayólica, y enseñaron las fórmulas secretas a nuestros alfareros quienes, a su vez, ya eran diestros en el trabajo con barro desde tiempos prehispánicos. El encuentro de estos dos mundos enriqueció los talleres de Talavera de Puebla, Atlixco, Cholula y Tecali, donde surgieron nuevos y atractivos modelos.
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