Apuntes sobre la educación
Nada es más omnipresente que la
información. Es muy probable que en ninguna época de la historia se haya vivido
tal cantidad de información como en ésta sobre la condición humana tan cruel en
muchas ocasiones.
Resulta que de todo se quiere hacer
un espectáculo; la política es un espectáculo, la intimidad es un espectáculo,
la caridad quiere ser un espectáculo, las desgracias naturales que ocurren en
nuestro planeta quieren ser espectáculo.
Ante esto, tal vez nunca había sido
tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría. Por lo cual no
basta la información, se requiere un sistema de valores y un orden de
criterios.
Es decir, un sistema escolar
“adecuado”.
Se suele descargar el peso de la
educación en el llamado sistema escolar, y se olvida la importancia que en la
educación tiene la familia, los medios de comunicación y hasta los dirigentes
sociales.
En nuestro tiempo el poder del
ejemplo lo tienen los medios de comunicación. A diferencia de los tiempos
antiguos, donde el poder del ejemplo era el peso pedagógico de la política
sobre la sociedad (en la antigua Roma). Son los medios de comunicación los que
crean y destruyen modelos de conducta.
Podemos admirar la elocuencia, ese
hablar bien, con fluidez, con propiedad y de manera efectiva para convencer a
quien escucha. Y ciertas formas de belleza, pero admiramos más la fuerza que la
lucidez, más la ostentación que la austeridad, más los golpes bruscos de la
suerte que los frutos de la paciencia y la disciplina.
Dice T.S. Eliot “¿Dónde está la vida
que hemos perdido en vivir? ¿Dónde la sabiduría que hemos perdido en
conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”
Vivimos en una época a toda prisa,
que cambia costumbres por modas, conocimiento por información y saberes por
rumores, de tal forma que las cosas ya no existen para ser sabidas sino para
ser consumidas.
Corresponderá a la Psicología o Neurología descubrir si de verdad los medios
audiovisuales, tan socorridos últimamente, tienen la capacidad pedagógica que
se les atribuye, o si pasa con ellos lo mismo que los sueños, que al día
siguiente se borran de la memoria con gran facilidad.
La conclusión es que las cosas
gobernadas por el lucro no pueden educarnos porque están dispuestas a
ofrecernos incluso cosas que atentan contra nuestra inteligencia con tal de
salvar el negocio.
La instancia que nos puede ayudar a
escoger con criterio y con responsabilidad es el sistema escolar, con la idea
de que sea allí donde actúan las fuerzas que podrán ayudarnos a resistir esta
mala fiebre de información irresponsable, de conocimiento indigesto, de
alimentos onerosos (gran gasto/molesto, pesado) y de pasatiempos dañinos.
Vamos a la escuela a recibir
conocimientos, pero también a compartir la vida con otros a conseguir buenos
amigos y buenos hábitos sociales.
En ocasiones me pregunto si la
educación planteada por nuestro sistema educativo no es demasiado competitiva,
hecha para reforzar la idea de que “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Lo que se memoriza finalmente tiende
a olvidarse; lo mejor sería enseñar procedimientos y maneras de razonar que
respuestas que puedan ser copiadas.
Cartas a quien pretende enseñar,
Paulo Freire
Cualidades de los educadores:
1.- Humildad: de ningún modo
significa falta de respeto hacia nosotros mismos, ánimo acomodaticio o
cobardía. La humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto
hacia nosotros mismos y hacia los demás.
La humildad nos ayuda a reconocer
esta sentencia obvia: “nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo”. Sin humildad
difícilmente escucharemos a alguien por considerarlo alejado de nuestro nivel
de competencia.
La humildad que nos hace escuchar a
aquel considerado como menos competente que nosotros no es un acto de condescendencia.
Escuchar con atención a quien nos
busca, sin importar su nivel intelectual, es un deber humano.
La arrogancia del “¿sabe con quien
está hablando?”, la soberbia del sabelotodo incontenido en el gusto de hacer
conocido y reconocido su saber, todo esto no tiene nada que ver con la
mansedumbre.
Una de las expresiones de la
humildad es la seguridad insegura, la certeza incierta.
Otra virtud es la tolerancia.
Ser tolerante no significa ponerse
en connivencia (Acuerdo entre dos o más personas) con lo intolerable, no es amansar
al agresor ni disfrazarlo, No es “hacer como sí…”.
La tolerancia es la virtud que nos
enseña a convivir con lo que es diferente, a aprender con lo diferente, a
respetar lo diferente.
Hablar de tolerancia es casi como
hablar de favor. Es como si ser tolerante fuese una forma cortés, delicada, de
aceptar o tolerar la presencia no muy deseada de mi contrario. Una manera
civilizada de consentir en una convivencia que de hecho me repugna. Eso es
hipocresía, no tolerancia (intolerancia). Y la hipocresía es un defecto, un desvalor. La
tolerancia es una virtud.
El acto de tolerar
implica el clima de establecer límites, de principios que deben ser respetados.
Es por esto por lo que la tolerancia no es la simple connivencia con lo
intolerable. Bajo el régimen autoritario, en el cual se exacerba la autoridad,
o bajo el régimen licencioso, en el que la libertad no se imita, difícilmente
aprenderemos la tolerancia. La tolerancia requiere respeto, disciplina, ética.
El autoritario, empapado de prejuicios sobre el sexo, las clases, las razas,
jamás podrá ser tolerante si antes no vence sus prejuicios. Por esta razón el
discurso progresista del prejuiciado, en contraste con su práctica, es un
discurso falso. Es por esto también que el cientificista es igualmente
intolerante, porque toma o entiende la ciencia como la verdad última y nada
vale fuera de ella, pues es ella la que nos da la seguridad de la que no se
puede dudar.
Fragmento de: Paulo Freire. “Cartas
a quien pretende enseñar”. iBooks. Es posible que este material tenga copyright. Material exclusivo para uso didáctico educativo.
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