16 abr 2020

El trágico mito de Orfeo y Eurídice

ORFEO Y EURÍDICE

Orfeo y Eurídice. Relación mito-ópera. | Verba Culturaeque


Realiza el análisis de la lectura del siguiente texto, con tus propias palabras y párrafo a párrafo, en un documento de google. Incluye opinión y conclusión del mismo.
Al final observa con atención el video y realiza un resumen lo más completo posible.

1En la Antigüedad, cuando los dioses aún habitaban entre los mortales, vivía en un hermoso rincón de la Tracia, entre los bosques que crecían junto a las montañas de Ródope, un músico llamado Orfeo. Era Orfeo hijo de Eagro, un dios-río, y de una de las nueve musas que habitaban el Olimpo, Calíope, la más distinguida de todas. De ella, protectora del canto, había heredado Orfeo su bella voz y el don de la música. Tal era su talento que, cuando Orfeo entonaba sus cánticos y pulsaba su lira, el espíritu inquieto de los hombres hallaba la paz; las fieras se amansaban; los robles y encinas batían las hojas al viento, y hasta las rocas parecían perder su dureza.

2La fama que le otorgaba el poder de su música hacía que las ninfas que guardaban los bosques le siguieran y suspiraran por obtener su favor. De entre todas ellas sólo la hermosa Eurídice fue capaz de conmoverle con su dulzura y virtud, por lo que el apuesto Orfeo, doblegado al fin por el amor, decidió desposarla. Lejos estaba de sospechar en aquel momento que el motivo de su dicha no tardaría en serle arrebatado.



3Muy poco después de celebrar sus esponsales, la muerte acudió en busca de Eurídice. La joven ninfa ignoraba que entre la hierba fresca, junto a los márgenes del río que lindaba con el bosque, habitaba una terrible sierpe. Un atardecer, mientras corría junto a la ribera, la fatalidad quiso que, con su delicado y blanco pie, rozara al mortífero hidro. Apenas un instante después, Eurídice
cayó sin vida bajo el terrible veneno de la mordedura.


4– ¡Eurídice, mi dulce esposa! -en vano besó Orfeo los bucles dorados de la desdichada ninfa. El alma de Eurídice había marchado ya al reino de las sombras.

5Dríades, árboles, ríos y montañas lloraron la muerte prematura de la joven y se conmovieron con el canto desconsolado de Orfeo. No hallaba éste bálsamo alguno para ahogar la pena oscura que le embargaba y, no pudiendo concebir la vida sin su esposa, una noche decidió Orfeo ir en su busca hasta el Hades, el lugar donde habitan las almas de los que ya no son.

6Fue así como Orfeo dejó atrás todo cuanto le era conocido para adentrarse en las profundidades de la tierra y penetrar en los dominios del despiadado Hades y su esposa Perséfone. Orfeo no
poseía más armas que la música y la palabra, así que, cuando se presentó ante las deidades del inframundo, comenzó a entonar un bellísimo canto. Tal era el poder de su música y de su voz que las sombras y los espectros acudieron en tropel para escucharle, y las penas de las almas condenadas a un sufrimiento eterno quedaron en suspenso. Incluso el terrible can Cerbero, que guardaba la puerta del Hades, mantuvo sus tres fauces abiertas a la vez mientras duró el canto de Orfeo. Perséfone no pudo evitar conmoverse.

7– Hades, querido esposo -rogó la reina del infierno-: ¿por qué no permites que el alma de la joven Eurídice regrese a la luz? – Si ése es tu deseo, no puedo sino concedértelo –contestó Hades–. Sea entonces.


8– Sin embargo –continuó Perséfone–, has de respetar una condición, Orfeo. No podrás mirar atrás hasta que no hayas abandonado por completo el reino de las sombras y penetrado en los dominios de la luz. De otro modo, el pacto quedará sin efecto.


9Con el corazón palpitante emprendió Orfeo el camino de regreso a la superficie. En pos de él corría la sombra de la amada ninfa. Ya se acercaba Orfeo a la región de la luz, ya estaba a punto de franquear el umbral, cuando de repente la duda se apoderó de él. ¿Y si Perséfone le había engañado? ¿Y si la amada Eurídice permanecía aún en el inframundo? En un impulso, Orfeo volvió su rostro. Sin pretenderlo, había incumplido la condición impuesta por la deidad subterránea.



10Orfeo vio con horror cómo el espectro de Eurídice se desvanecía como humo en el aire. Intentó atrapar la sombra, retenerla entre sus brazos, pero todo fue inútil.



11– ¿Qué has hecho, Orfeo? ¿Qué arrebato te ha llevado a desafiar a los dioses? -la mirada de Eurídice era triste-. ¡Adiós, querido mío! Recuerda por siempre lo mucho que te he amado. En ese momento se escuchó un terrible crujido, como si la tierra se abriera, y Orfeo comprendió que la bella Eurídice no regresaría jamás al mundo de los vivos. En vano quiso franquear de nuevo la entrada al Hades para suplicar el perdón de los dioses, pero Caronte, el barquero, no se lo permitió.

12Orfeo, conocedor ya del misterio y el poder de la muerte, buscó alivio para su dolor en la soledad de las montañas. Su canto, triste y bello, conmovía más que nunca a todos cuantos se cruzaban en su camino, de modo que los hombres comenzaron a seguirle. No buscó nunca más Orfeo el amor y se mantuvo fiel al recuerdo de la amada Eurídice. Eso desagradaba a las ménades de la Tracia, adoradoras del dios Dioniso. Enfadadas por el desdén de Orfeo y por la atención que le prestaban los hombres, un día se abalanzaron sobre él y acabaron con su vida. Crueles en extremo, lanzaron su cabeza al río Hebro, desde donde llegó, navegando entre las olas, hasta la isla de Lesbos. Cuentan que, mientras se le escapaba la vida, la cabeza de Orfeo aún recitaba con su vibrante voz el nombre de la adorada ninfa, y que las riberas del río y las olas del mar lo repetían a su paso. “Eurídice,
Eurídice…”.



Cortesía de :
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Libro 2. Mitología para todas las edades Orfeo y Eurídice Teseo, Ariadna y el laberinto del Minotauro.
Material para uso exclusivo didáctico educativo.

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