21 nov 2017

TDAH: Tú Decides AHora

¿Qué es el TDAH?

Cuando hablamos de TDAH, nos referimos al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Es un síndrome de carácter neurobiológico, responde a factores biológicos (prenatales, perinatales y postnatales) y ambientales, y afecta a la capacidad de atención, hiperactividad e impulsividad de la persona que lo padece.
Hace su aparición en niños, pudiendo ser diagnosticado a partir de los 6 años. Numerosos estudios, además, afirman que alrededor de un 40% de los niños que padecen TDAH lo seguirán padeciendo de adultos.





Cortesía de Psicopedia http://psicopedia.org/6415/tdah-caracteristicas-y-tratamientos/

15 nov 2017

La prueba del marshmallow/Autocontrol y Tolerancia

Esta prueba consiste en sentar a un niño frente de una mesa y luego se coloca un
marshmallow (Malvavisco).









Cortesía #YouTube 

La mujer que no



La mujer que no

Jorge Ibargüengoitia, 1967
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Debo ser discreto. No quiero comprometerla. La llamaré… En el cajón de mi escritorio tengo todavía una foto suya, junto con las de otras gentes y un pañuelo sucio de maquillaje que le quité no sé a quién, o mejor dicho sí sé, pero no quiero decir, en uno de los momentos cumbres de mi vida pasional. La foto de que hablo es extraordinariamente buena para ser de pasaporte. Ella está mirando al frente con sus grandes ojos almendrados, el pelo estirado hacia atrás, dejando a descubierto dos orejas enormes, tan cercanas al cráneo en su parte superior, que me hacen pensar que cuando era niña debió traerlas sujetas con tela adhesiva para que no se le hicieran de papalote; los pómulos salientes, la nariz pequeña con las fosas muy abiertas, y abajo… su boca maravillosa, grande y carnuda. En un tiempo la contemplación de esta foto me producía una ternura muy especial, que iba convirtiéndose en un calor interior y que terminaba en los movimientos de la carne propios del caso. La llamaré Aurora. No, Aurora no. Estela, tampoco. La llamaré ella.

Esto sucedió hace tiempo. Era yo más joven y más bello. Iba por las calles de Madero en los días cercanos a la Navidad, con mis pantalones de dril recién lavados y trescientos pesos en la bolsa. Era un mediodía brillante y esplendoroso. Ella salió de entre la multitud y me puso una mano en el antebrazo. «Jorge», me dijo. Ah, che la vita è bella! Nos conocemos desde que nos orinábamos en la cama (cada uno por su lado, claro está), pero si nos habíamos visto una docena de veces era mucho. Le puse una mano en la garganta y la besé. Entonces descubrí que a tres metros de distancia, su mamá nos observaba. Me dirigí hacia la mamá, le puse una mano en la garganta y la besé también. Después de eso, nos fuimos los tres muy contentos a tomar café en Sanborns. En la mesa, puse mi mano sobre la suya y la apreté hasta que noté que se le torcían las piernas; su mamá me recordó que su hija era decente, casada y con hijos, que yo había tenido mi oportunidad trece años antes y que no la había aprovechado. Esta aclaración moderó mis impulsos primarios y no intenté nada más por el momento. Salimos de Sanborns y fuimos caminando por la alameda, entre las estatuas pornográficas, hasta su coche que estaba estacionado muy lejos. Fue ella, entonces, quien me tomó de la mano y con el dedo de enmedio, me rascó la palma, hasta que tuve que meter mi otra mano en la bolsa, en un intento desesperado de aplacar mis pasiones. Por fin llegamos al coche, y mientras ella se subía, comprendí que trece años antes no sólo había perdido sus piernas, su boca maravillosa y sus nalgas tan saludables y bien desarrolladas, sino tres o cuatro millones de muy buenos pesos. Fuimos a dejar a su mamá que iba a comer no importa dónde. Seguimos en el coche, ella y yo solos y yo le dije lo que pensaba de ella y ella me dijo lo que pensaba de mí. Me acerqué un poco a ella y ella me advirtió que estaba sudorosa, porque tenía un oficio que la hacía sudar. «No importa, no importa.» Le dije olfateándola. Y no importaba. Entonces, le jalé el cabello, le mordí el pescuezo y le apreté la panza… hasta que chocamos en la esquina de Tamaulipas y Sonora.

Después del accidente, fuimos al Sep de Tamaulipas a tomar ginebra con quina y nos dijimos primores.

La separación fue dura, pero necesaria, porque ella tenía que comer con su suegra. «¿Te veré?» «Nunca más.» «Adiós, entonces.» «Adiós.» Ella desapareció en Insurgentes, en su poderoso automóvil y yo me fui a la cantina el Pilón, en donde estuve tomando mezcal de San Luis Potosí y cerveza, y discutiendo sobre la divinidad de Cristo con unos amigos, hasta las siete y media, hora en que vomité. Después me fui a Bellas Artes en un taxi de a peso.

Entré en el foyer tambaleante y con la mirada torva. Lo primero que distinguí, dentro de aquel mar de personas insignificantes, como Venus saliendo de la concha… fue a ella. Se me acercó sonriendo apenas, y me dijo: «Búscame mañana, a tal hora, en tal parte»; y desapareció.

¡Oh, dulce concupiscencia de la carne! Refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos, alivio de los enfermos mentales, diversión de los pobres, esparcimiento de los intelectuales, lujo de los ancianos. ¡Gracias, Señor, por habernos concedido el uso de estos artefactos, que hacen más que palatable la estancia en este Valle de Lágrimas en que nos has colocado!

Al día siguiente acudí a la cita con puntualidad. Entré en el recinto y la encontré ejerciendo el oficio que la hacía sudar copiosamente. Me miró satisfecha, orgullosa de su pericia y un poco desafiante, y también como diciendo: «Esto es para ti.» Estuve absorto durante media hora, admirando cada una de las partes de su cuerpo y comprendiendo por primera vez la esencia del arte a que se dedicaba. Cuando hubo terminado, se preparó para salir, mirándome en silencio; luego me tomó del brazo de una manera muy elocuente, bajamos una escalera y cuando estuvimos en la calle, nos encontramos frente a frente con su chingada madre.
Fuimos de compras con la vieja y luego a tomar café a Sanborns otra vez. Durante dos horas estuve conteniendo algo que nunca sabré si fue un sollozo o un alarido. Lo peor fue que cuando nos quedamos solos ella y yo, empezó con la cantaleta estúpida de: «¡Gracias, Dios mío, por haberme librado del asqueroso pecado de adulterio que estaba a punto de cometer!» Ensayé mis recursos más desesperados, que consisten en una serie de manotazos, empujones e intentos de homicidio por asfixia, que con algunas mujeres tienen mucho éxito, pero todo fue inútil; me bajó del coche a la altura de Félix Cuevas.

Supongo que se habrá conmovido cuando me vio parado en la banqueta, porque abrió su bolsa y me dio el retrato famoso y me dijo que si algún día se decidía (a cometer el pecado), me pondría un telegrama.

Y esto es que un mes después recibí, no un telegrama, sino un correograma que decía: «Querido Jorge: búscame en el Konditori, el día tantos a tal hora (p.m.) Firmado: Guess who?» (advierto al lector no avezado en el idioma inglés que esas palabras significan «adivina quién»). Fui corriendo al escritorio, saqué la foto y la contemplé pensando en que se acercaba la hora de ver saciados mis más bajos instintos.

Pedí prestado un departamento y también dinero; me vestí con cierto descuido pero con ropa que me quedaba bien, caminé por la calle de Génova durante el atardecer y llegué al Konditori con un cuarto de hora de anticipación. Busqué una mesa discreta, porque no tenía caso que la vieran conmigo un centenar de personas, y cuando encontré una me senté mirando hacia la calle; pedí un café, encendí un cigarro y esperé. Inmediatamente empezaron a llegar gentes conocidas, a quienes saludaba con tanta frialdad que no se atrevían a acercárseme.

Pasaba el tiempo.

Caminando por la calle de Génova pasó la Joven N, quien en otra época fuera el Amor de mi Vida, y desapareció. Yo le di gracias a Dios.

Me puse a pensar en cómo vendría vestida y luego se me ocurrió que en dos horas más iba a tenerla entre mis brazos, desvestida…
La Joven N volvió a pasar, caminando por la calle de Génova, y desapareció. Esta vez tuve que ponerme una mano sobre la cara, porque la Joven N venía mirando hacia el Konditori.

Era la hora en punto. Yo estaba bastante nervioso, pero dispuesto a esperar ocho días si era necesario, con tal de tenerla a ella, tan tersa, toda para mí.

Y entonces, que se abre la puerta del Konditori, entra la Joven N, que fuera el Amor de mi Vida, cruza el restorán y se sienta enfrente de mí, sonriendo y preguntándome: «Did you guess right?»
Solté la carcajada. Estuve riéndome hasta que la Joven N se puso incómoda; luego, me repuse, “platicamos un rato apaciblemente y por fin, la acompañé a donde la esperaban unas amigas para ir al cine.

Ella, con su marido y sus hijos, se habían ido a vivir a otra parte de la República.

Una vez, por su negocio, tuve que ir precisamente a esa ciudad; cuando acabé lo que tenía que hacer el primer día, busqué en el directorio el número del teléfono de ella y la llamé. Le dio mucho gusto oír mi voz y me invitó a cenar.

La puerta tenía aldabón y se abría por medio de un cordel. Cuando entré en el vestíbulo, la vi a ella, al final de una escalera, vestida con unos pantalones verdes muy entallados, en donde guardaba lo mejor de su personalidad. Mientras yo subía la escalera, nos mirábamos y ella me sonreía sin decir nada. Cuando llegué a su lado, abrió los brazos, me los puso alrededor del cuello y me besó. Luego, me tomó de la mano y mientras yo la miraba estúpidamente, me condujo a través de un patio, hasta la sala de la casa y allí, en un couch, nos dimos entre doscientos y trescientos “besos… hasta que llegaron sus hijos del parque. Después, fuimos a darles de comer a los conejos.

Uno de los niños, que tenía complejo de Edipo, me escupía cada vez que me acercaba a ella, gritando todo el tiempo: «¡Es mía!» Y luego, con una impudicia verdaderamente irritante, le abrió la camisa y metió ambas manos para jugar con los pechos de su mamá, que me miraba muy divertida. Al cabo de un rato de martirio, los niños se acostaron y ella y yo nos fuimos a la cocina, para preparar la cena. Cuando ella abrió el refrigerador, empecé mi segunda ofensiva, muy prometedora, por cierto, cuando llegó el marido. Me dio un ron Batey y me llevó a la sala en donde estuvimos platicando no sé qué tonterías. Por fin estuvo la cena. Nos sentamos los tres a la mesa, cenamos y cuando tomábamos el café, sonó el teléfono. El marido fue a contestar y mientras tanto, ella empezó a recoger los platos, y mientras tanto, también, yo le tomé a ella la mano y se la besé en la palma, logrando, con este acto tan sencillo, un efecto mucho mayor del que “había previsto: ella salió del comedor tambaleándose, con un altero de platos sucios. Entonces regresó el marido poniéndose el saco y me explicó que el telefonazo era de la terminal de camiones, para decirle que acababan de recibir un revólver Smith & Wesson calibre 38 que le mandaba su hermano de México, con no recuerdo qué objeto; el caso es que tenía que ir a recoger el revólver en ese momento; yo estaba en mi casa: allí estaba el ron Batey, allí, el tocadiscos, allí, su mujer. Él regresaría en un cuarto de hora. Exeunt severaly: él vase a la calle; yo, voyme a la cocina y mientras él encendía el motor de su automóvil, yo perseguía a su mujer. Cuando la arrinconé, me dijo: «Espérate» y me llevó a la sala. Sirvió dos vasos de ron, les puso un trozo de hielo a cada uno, fue al tocadiscos, lo encendió, tomó el disco llamado Le Sacre du Sauvage, lo puso y mientras empezaba la música brindamos: habían pasado cuatro minutos. Luego, empezó a bailar, ella sola. «Es para ti», me dijo. Yo la miraba mientras calculaba en qué parte del trayecto estaría el marido, llevando su mortífera Smith & Wesson calibre 38. Y ella bailó y bailó. Bailó las obras completas de Chet Baker, porque pasaron tres cuartos de hora sin que el marido regresara, ni ella se cansara, ni yo me atreviera a hacer nada. A los tres cuartos de hora decidí que el marido, con o sin Smith & Wesson, no me asustaba nada. Me levanté de mi asiento, me acerqué a ella que seguía bailando como poseída y, con una fuerza completamente desacostumbrada en mí, la levanté en vilo y la arrojé sobre el couch. Eso le encantó. Me lancé sobre ella como un tigre y mientras nos besamos apasionadamente, busqué el cierre de sus pantalones verdes y cuando lo encontré, tiré de él… y ¡mierda!, ¡que no se abre! Y no se abrió nunca. Estuvimos forcejeando, primero yo, después ella y por fin los dos, y antes regresó el marido que nosotros pudiéramos abrir el cierre. Estábamos jadeantes y sudorosos, pero vestidos y no tuvimos que dar ninguna explicación.
Hubiera podido, quizá, regresar al día “siguiente a terminar lo empezado, o al siguiente del siguiente o cualquiera de los mil y tantos que han pasado desde entonces. Pero, por una razón u otra nunca lo hice. No he vuelto a verla. Ahora, sólo me queda la foto que tengo en el cajón de mi escritorio, y el pensamiento de que las mujeres que no he tenido (como ocurre a todos los grandes seductores de la historia), son más numerosas que las arenas del mar.

Fragmento de: Jorge Ibargüengoitia. “La ley de Herodes”, 1967.
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5 nov 2017

El Trastorno del Espectro Autista

El Trastorno del Espectro Autista

¿Qué son los trastornos del espectro autista?


Los trastornos del espectro autista (ASD, por sus siglas en inglés) son un grupo de trastornos complejos del desarrollo neurológico que se distinguen por patrones de comportamiento repetitivos y característicos, y dificultad para la comunicación e interacción social. Los síntomas están presentes desde una edad temprana y afectan el funcionamiento diario.

El término “espectro” se refiere a la amplia gama de síntomas, habilidades y grados de discapacidad funcional que se pueden presentar en las personas con trastornos del espectro autista. Algunos niños y adultos con este tipo de trastorno son completamente capaces de realizar todas las actividades de la vida diaria, mientras que otros requieren ayuda substancial para realizar las actividades básicas. El Manual de diagnóstico y estadísticas de los trastornos mentales (DSM-5, publicado en el 2013) no considera al síndrome de Asperger, al trastorno de desintegración infantil y al trastorno generalizado del desarrollo no especificado como trastornos separados, sino que los incorpora dentro de la categoría de trastornos del espectro autista. El diagnóstico de un trastorno del espectro autista incluye una evaluación de la discapacidad intelectual y la deficiencia del lenguaje.

Los trastornos del espectro autista se presentan en cualquier grupo racial y étnico, y en todos los niveles socioeconómicos. Sin embargo, los niños tienen bastante más probabilidad de presentar trastornos del espectro autista que las niñas. El último análisis de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) calcula que uno de cada 68 niños tiene este trastorno.



https://espanol.ninds.nih.gov/trastornos/autismo.htm
https://www.youtube.com/watch?v=L2WlbKSFQZI&list=PLncY_kag9QrgzCaCONKmW5AGwEBmef41G#action=share
https://www.psicoactiva.com/blog/conceptos-basicos-la-hiperactividad-infantil/

3 nov 2017

¿QUIÉN ES ESE ALEMÁN QUE ME ESCONDE LAS COSAS?



¿QUIÉN ES ESE ALEMÁN QUE ME ESCONDE LAS COSAS?

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1Aloysius Alzheimer o Alois, como le llamaban sus amigos, trabajaba en el manicomio municipal de Fráncfort del Meno. Las fotos que se conservan de él frecuentemente lo muestran con un puro en una mano y un microscopio en la otra. Llevaba ya 13 años en aquella ciudad, desde el año siguiente a licenciarse como médico. En su tesis doctoral (1888) había estudiado una estructura cercana al cerebro pero sin mucha relación con él, las glándulas de la cera del oído, y se había basado en los experimentos realizados en el laboratorio de Rudolf Albert von Kölliker, el fisiólogo suizo que avanzó considerablemente el conocimiento del sistema nervioso. 
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Rudolph Albert von Kölliker

2Alzheimer se había ido especializando cada vez más en el estudio y tratamiento de los enfermos mentales. En aquel hospital psiquiátrico había conocido a Franz Nissl, que le enseñó un sencillo método para teñir las neuronas, que permitía estudiar con más claridad la estructura de las regiones cerebrales. Alzheimer quería dedicarse a la investigación pero su situación económica no se lo permitía, así que hizo lo que se podía hacer en aquella época sin becas ni proyectos de investigación: casarse con una viuda rica. En descargo de él y de la Ciencia, Alois amó a su querida Cecilie Geisenheimer, hasta el final de su vida.



3Un día, de repente, la enfermera introdujo en su consulta una nueva paciente, Auguste Deter. Estaba muy confusa, tenía evidentes problemas de memoria y un comportamiento extravagante. El caso era muy parecido a una demencia senil pero aquella mujer solo tenía 47 años. La historia clínica de Deter, que durante mucho tiempo se creyó perdida, apareció en 1995 de manera inesperada en los archivos de la Universidad de Fráncfort, lo que demuestra que aún pueden producirse hallazgos sorprendentes en los países avanzados. El archivo, de 42 páginas, contiene el informe de admisión y tres historias diferentes, incluidas notas tomadas por el propio Alzheimer. La mayoría del texto está escrito en un tipo de escritura en desuso llamada Sütterlinschrift. El historial también contiene una pequeña hoja de papel con palabras y frases escritas por Deter, puesto que Alzheimer llamó originalmente a la nueva enfermedad «trastorno amnésico de la escritura».


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4Los primeros síntomas de la Sra. Deter fueron cambios en su personalidad, desorientación, y unos fuertes celos hacia su marido. Pronto empezó a mostrar déficits de memoria, que fueron aumentando hasta el punto de no saber orientarse en su propia casa. La paciente no mejoraba, cada vez se encontraba más confundida, desorientada y con delirios. Si Alzheimer le proponía un ejercicio, como identificar algunos objetos, los olvidaba inmediatamente, como si nunca hubiera tenido lugar esa sesión.
Un fragmento de ese historial, escrito por Alzheimer y fechado el 26 de noviembre de 1901, dice así:

5Se sienta en la cama con una expresión desvalida.

—¿Cuál es su nombre?

—Auguste.

—¿Cuál es el nombre de su marido?

—Auguste.

—¿De su marido?

—Ah, mi marido.

Mira como si no entendiera la pregunta.

—¿Está usted casada?

—Con Auguste.

—¿Señora Deter?

—Sí, sí, Auguste Deter.

—¿Cuánto tiempo lleva aquí?

Parece intentar recordar.

—Tres semanas.

—¿Qué es esto?

Le muestro un lápiz.

—Una pluma.

6Una cartera, una llave, un periódico y un puro son identificados correctamente. En la comida, toma coliflor y cerdo. Preguntada sobre qué está comiendo, contesta «espinacas». Mientras está masticando la carne, contesta «patatas» y «nabo». Cuando se le muestran cosas, no recuerda después de un poco de tiempo qué objetos se le han mostrado, entre medias habla de su mellizos. Cuando se le pide que escriba su nombre, intenta escribir Sra. y olvida el resto. Es necesario repetirle cada palabra.
7En una de esas entrevistas, de repente, Auguste hizo una pausa con una mirada que expresaba miedo, desconcierto, vergüenza y dijo lo más parecido a un autodiagnóstico que se podía hacer: «Me he perdido».

8En 1903, Alzheimer se trasladó a Heidelberg, siguiendo a Emil Kraepelin, que le pidió ayuda para identificar la base anatómica de los trastornos psiquiátricos pero se mantuvo pendiente de la evolución de Auguste. Al año siguiente, Kraepelin y Franz Nissl se trasladaron a Múnich y decidieron llevarse a Alzheimer con ellos, como jefe de un departamento de Patología de un nuevo Instituto de Psiquiatría. Alzheimer siguió el deterioro de Auguste Deter durante cuatro años y medio, viéndola perder cada vez más piezas de ese puzle que es la mente humana, cada vez menos posibilidades, menos memorias, menos «alma».
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Emil Kraepelin 


9Cuatro años después de sus primeras manifestaciones clínicas, en 1906, Auguste Deter se volvió incontinente, apática y no se levantaba de la cama. Murió en posición fetal a la relativamente joven edad de 51 años, la misma edad a la que moriría Alzheimer unos años después. Curiosamente, parece que no murió de la enfermedad de Alzheimer, sino de una arteriosclerosis cerebral.
10Tras la muerte de Deter, se fueron encontrando más pacientes de ese tipo. Llegaban a la consulta con lapsos de memoria y problemas de concentración. Se veía cómo se deterioraba su atención a los asuntos personales y cómo perdían interés por las cosas que les rodeaban. Los problemas de memoria aumentaban, viéndose más afectada la memoria de hechos recientes que la de los sucesos del pasado lejano. La desorientación y las dudas al hablar se iban agravando y la pérdida de memoria se acentuaba hasta que eran incapaces de recordar lo que habían dicho o hecho pocos minutos antes. Los pacientes estaban «perdidos», desorientados, sin saber quiénes eran, dónde estaban y en qué época vivían. La comunicación se iba deteriorando y, finalmente, las personas, debilitadas, solían morir de una neumonía o una infección.
11Alzheimer pudo realizar un análisis post mortem del cerebro de Deter y encontró que había sufrido grandes cambios. Había una atrofia generalizada de la corteza cerebral, muchas neuronas habían desaparecido y otras parecían estar llenas de una maraña de hilos o alambres, a los que se llamó ovillos neurofibrilares. Además, en los espacios entre las neuronas se veían unos depósitos con aspecto pegajoso, las denominadas «placas seniles». En la actualidad sabemos que esas dos estructuras neuropatológicas, las placas y los ovillos están formadas por acúmulos de proteínas. En el caso de las placas seniles, por una mezcla compleja de moléculas orgánicas que rodean un núcleo de una proteína llamada beta–amiloide. En el de los ovillos por la formación de una variante especial, insoluble, de las proteínas llamadas tau. Unos meses más tarde, Alzheimer presentó estas observaciones en el congreso de la Asociación Alemana de Alienistas, y los publicó, primero en el Neurologisches Centralblatt en 1906 y un año más tarde, en 1907, en otras dos revistas alemanas. A caballo prácticamente entre ambos años, el 4 de noviembre de 1906, en un congreso de la asociación de psiquiatras del sudoeste de Alemania, Alzheimer presentó una ponencia sobre «eine eigenartige Erkrankung der Hirnrinde», «una enfermedad peculiar de la corteza cerebral». Un padecimiento nuevo estaba empezando a ser conocido.
12Si una enfermedad solo existe cuando tiene nombre, en 1910 nació una nueva, la que todos llamarían la enfermedad de Alzheimer. Su amigo Emil Kraepelin, llamado el «Linneo de la Psiquiatría» pues dedicaba gran parte de su tiempo a la categorización y clasificación de los trastornos psiquiátricos, llamó así al nuevo tipo de demencia, y lo incluyó en la octava edición de su Manual de Psiquiatría.
13Una nueva enfermedad había sido identificada, una que avanzaría rampante en todos los países desarrollados a lo largo del siglo XX. Se calcula que en España afecta en mayor o menor medida a unas 800 000 personas y que otras 200 000 podrían estar no diagnosticadas (datos de la Federación de Enfermos de Alzheimer). No sabemos por qué se desarrolla un alzhéimer. Hay genes que confieren una predisposición y hay un tipo de alzhéimer llamado familiar. En él, muchos de los miembros de una misma familia desarrollan esta enfermedad y a edades muy tempranas. Por otro lado, se acaba de identificar una variante que confiere propensión a sufrir la enfermedad de Alzheimer de tipo tardío, el tipo más normal de demencia.


 14Alzheimer enfermó en el tren en su camino a Breslau donde había sido nombrado catedrático de Psiquiatría. Falleció en 1916. En su obituario, Robert Gaupp, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Tübingen y predecesor de Alzheimer en la clínica de Kraepelin en Múnich, escribió sobre él:
«Alzheimer fue un hombre con una mente clara y unos poderes creativos inusuales que afrontaba los mayores esfuerzos en su trabajo con un fuerte compromiso por la verdad científica. Con una buena formación, esta combinación de talentos tenía que resultar en unos hallazgos impresionantes en el campo científico. Esto se complementaba por su cordial interés en las personas, su mentalidad de verdadero científico y su gran felicidad en combinar la ciencia con la práctica médica. Aunque él trabajó en un campo especializado pequeño, infinitamente difícil, siempre se esforzó para que su investigación no pusiera en peligro al médico clínico que había en él».

15Su lema era el siguiente: «La modestia excesiva y el abatimiento paralizante no han ayudado a las ciencias a avanzar ni son ayudadas por ellos, lo hará un sano optimismo que busque animoso nuevas vías para comprender, puesto que está convencido de que será posible encontrarlas».
16Alzheimer supo crear un ambiente cordial y grato en el laboratorio. Recibió visitantes de todas partes del mundo, incluidos Nicolás Achúcarro, de España, y Ludwig Merzbacher, alemán nacido en Italia, que terminó trabajando en Buenos Aires, en la Clínica Modelo y, posteriormente, en el Hospital Alemán.

17Alzheimer fue un trabajador meticuloso y nunca publicó prematuramente, lo que le hacía ir relativamente despacio. En una de sus raras visitas al laboratorio de Neuroanatomía, Kraepelin comentó que «los molinos neuroanatómicos de Alzheimer muelen bastante lento». Walther Spielmeyer, su sucesor en Múnich, comentaba sobre la política de publicaciones de Alzheimer:
«Nunca tuvo que luchar por el reconocimiento de su trabajo investigador. La claridad de sus conferencias y escritos convencía a un observador lejano de la importancia de sus resultados. En estos tiempos de prolífica publicación, donde todos piensan que tienen algo importante que decir y donde muchos publicitan las pequeñas cosas que han encontrado una y otra vez, Alzheimer nunca saltó a la arena si no tenía algo importante que mostrar».

18Como vemos, igual que ahora.
La incidencia de la enfermedad de Alzheimer aumenta con la edad. A partir de los 65 años, la posibilidad de sufrir un alzhéimer se dobla cada 5 años y medio. Hay quien piensa que si viviéramos más, todos padeceríamos una demencia de un tipo u otro, y los estudios estadísticos indican que el 75% de las personas de los países desarrollados desarrollaría la enfermedad de Alzheimer si vivieran hasta los cien años. Así que una de dos: o te mueres antes, o padeces la enfermedad de Alzheimer. De hecho, algunos patólogos aseguran que a partir de la edad madura, todos sufrimos la «enfermedad de Alzheimer» pero solo una parte, muchos desgraciadamente, desarrollan la «demencia de Alzheimer». Neuropatológicamente, se distinguen cuatro niveles según la aparición y extensión de la formación de placas y ovillos. Solo hay signos de disfunción metal a partir del final del nivel II o comienzos del tres por lo que se intentan buscar marcadores biológicos de los niveles más tempranos antes de que sean visibles los primeros signos de pérdida de memoria o que se puedan poner en marcha estrategias protectoras. Por tanto, los primeros signos de pérdida de memoria para que se puedan poner en marcha, algo que nos importa a todos.
19En los próximos quince años el número de personas con alzhéimer en España aumentará en torno a un 25%. Ciertos factores de riesgo, como la enfermedad cardiovascular, el tabaco, la hipertensión y la diabetes, son también muy frecuentes entre la población mayor de nuestro país. Hace poco más de cien años que conocemos esta enfermedad y ya es de las que marcan nuestro futuro.
20Según la Asociación de Alzheimer los diez signos de alarma de esta enfermedad son los siguientes:
Pérdida de memoria que afecta a la capacidad laboral.
Dificultad para llevar a cabo tareas familiares.
Problemas con el lenguaje.
Desorientación en tiempo y lugar.
Juicio pobre o disminuido.
Problemas con el pensamiento abstracto.
Colocar cosas en lugares erróneos.
Cambios en el humor o en el comportamiento.
Cambios en la personalidad.
Pérdida de iniciativa.
21Pero recuerda, todos olvidamos cosas de vez en cuando o colocamos objetos fuera de su sitio. Perder la iniciativa, al entrar en una discoteca por ejemplo, puede ser un síntoma de sensatez y no precisamente de enfermedad mental.

PARA LEER MÁS:

Alzheimer, A. (1906). Über eine eigenartige Erkrankung der Hirnrinde. Neurologisches Centralblatt, 23: 1129-1136.
Corrada, M. M.; Brookmeyer, R.; Paganini-Hill, A.; Berlau, D.; Kawas, C. H. (2010). Dementia incidence continues to increase with age in the oldest old: the 90+ study. Ann. Neurol., 67(1): 114-121.
Graeber, M. B.; Kösel, S.; Egensperger, R.; Banati, R. B.; Müller, U.; Bise, K.; Hoff, P.; Möller, H. J.; Fujisawa, K.; Mehraein, P. (1997). Rediscovery of the case described by Alois Alzheimer in 1911: historical, histological and molecular genetic analysis. Neurogenetics, 1: 73-80.
O'Brien, C. (1996). Auguste D. and Alzheimer's disease. Science, 273: 28.
http://www.ibro1.info/Pub/Pub_Main_Display.asp?LC_Docs_ID=3445”

Fragmento de: José Ramón Alonso. “La nariz de Charles Darwin y otras historias de la neurociencia”.