11 sept 2018

Disciplinar es enseñar


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Reseña del capitulo No. 7, Disciplinar es enseñar, del libro No hay niño malo, de Teresa García Hubard para fines didáctico/educativos exclusivamente.

Disciplinar es enseñar

“Solo puedo recomendarle que siga sus propias ideas, pero examínelas de vez en cuando. Algunos conocimientos nuevos pueden cambiar nuestras actitudes”.
Bettelheim, 1962.

La disciplina es un proceso de enseñanza, pero una disciplina que se construya a través de la conexión y la empatía, y esto será posible si nuestra atención se centra en el vinculo con nuestros hijos en lugar de poner énfasis en sus conductas.

Se trata de aprender, nunca es tarde, que las conductas de los niños son como ventanas que nos permiten asomarnos a su mundo interno intentando entenderlo.

Pensar en disciplina es pensar en límites y estructura que permitan al niño tener la capacidad de autorregularse, tomando en cuenta sus necesidades y las de los demás.

El miedo y la coerción, la represión de los padres, puede generar obediencia en el niño, pero la misma será insuficiente sin el aprendizaje de las reglas, así es como funciona el mundo, lo que le permitirá tener una regulación emocional.

Diversos autores han tratado el tema de la disciplina. Así, Brazelton dice que es la manera en que un padre guía el desarrollo moral de su hijo. También es la manera en que se educa el carácter (Fraiberg).

Acá nunca se habla de controlar y castigar, sino de acompañar al niño, darle los apoyos necesarios para el desarrollo de habilidades que le permitan aprender a regularse y relacionarse con los demás.

La palabra disciplina se ha distorsionado en su origen.

Procede del latín discipulus  y significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. Del mismo modo es discípulo quien se somete a la disciplina para lograr capacitarse.

Por tanto, disciplina tiene un origen respetable, pues establece su conexión con aprender y educar.

Decimos que se ha distorsionado y tiene mala reputación al utilizarse como sinónimo de castigo, y con frecuencia castigo físico, desde hace tiempo.

La psicoanalista y pionera en el campo de la salud mental infantil, Selma Fraiberg menciona la necesidad de reivindicar el concepto de la palabra disciplina, y este es enseñar, todos los métodos disciplinarios deberían ser métodos que instruyan y hagan posible el aprendizaje.

Acá un ejemplo de distintos tipos de disciplina, con dos enfoques distintos:
Ernesto de 6 años, está en la sala de espera del doctor, su madre le acompaña. Ernesto esta nervioso y con miedo. Esta inquieto. Su mamá puede asumir dos actitudes:
a) Hacer contacto visual, tocarle el hombro y decirle “me imagino que estás nervioso, también me pongo nerviosa cuando voy con uno. Estaré junto a ti todo el tiempo y cuidaré de ti. ¿Quieres correr un poco o brincar para que te sientas menos nervioso donde no molestemos a nadie?”
b) Tratar de detener la conducta de Ernesto para seguir contestando desde su teléfono, diciéndole lo mucho que molesta con su actitud al resto de las personas, es increíble que no se pueda quedar quieto ni 20 minutos, y pedirle le deje concentrar, amenazándolo con diversos castigos.

¿Por qué creemos que la opción a es mejor? Porque la mamá de Ernesto se pone en los zapatos de su hijo, preguntándose el por qué de su actitud. Además se agacha y hace contacto visual y físico con él. Esto favorecerá para que pueda estar más tranquilo. Además, le pide que la energía acumulada, tensión nerviosa, la canalice con los brincos y sin molestar.
Es complicado, pero con práctica y teniendo conciencia, siendo respetuosos y empáticos con los hijos es posible lograrlo.

Es entonces que se da una conexión emocional basada en el respeto y la empatía, que para lograrlo son necesarios tres requisitos:
1. Mantener la calma siendo conscientes de nuestro propio estado mental.
2. Tener claras las reglas.
3. Conectar-validar-redirigir.

Mantener la calma siendo conscientes de nuestro propio estado mental

Los momentos en que es necesario disciplinar son difíciles. Mantenernos calmados es vital, es uno de los mayores retos de ser padres. Es crear una pausa que genera el espacio para elegir nuestra respuesta. Si podemos mantener la claridad mental podremos pensar en qué es lo que necesita el hijo ( conexión emocional) y mantener las reglas empáticamente. Si el niño frustrado se desorganiza, los padres estarán presentes para contenerlo y reflexionar con él.
Cuando estamos en guerra, cualquier aprendizaje se bloquea. Es bueno empezar por reconocer lo que estamos sintiendo, aceptar que nos podemos enojar u ofender y que tenemos derecho a estas emociones. Tener conciencia de lo que estamos sintiendo.
Mantener la calma no es tragarnos lo que estamos sintiendo, sino reconocer las emociones para poder manejarlas, para así ser claros con los niños. Las emociones de los niños son importantes, pero la de los padres también.
Hacer una pausa, tomar conciencia de cual es nuestro estado mental se hace necesario e indispensable. Educarnos para educar.

Las reglas

Es necesario la claridad con respecto a las reglas ya que los niños requieren límites y estructura.
Las reglas deben ser claras, consistentes, razonables y, sobre todo, pocas.
Una regla básica podría ser el respeto entre unos y otros, cuidar como nos hablamos y qué nos decimos, tanto los padres a los hijos como los hijos a los padres.

Ejemplo de reglas para niños entre 3 y 6 años:
· Hablarnos con empatía, tomando en cuenta lo que siente el otro.
·No pegar.
·Lavarse los dientes.
·Recoger los juguetes terminando de jugar y antes de empezar a jugar con otro.
·No jugar con la comida.

Las reglas deben irse reajustando conforme los niños crecen y desarrollan hábitos. Las reglas permiten al niño saber que hay cosas que se deben hacer o evitarse  independientemente del humor o estado de animo de su madre o padre.
Cuando los padres enseñan a sus hijos a obedecer las reglas porque son justas y no porque los padres son más poderosos, están preparando a su hijo para respetar las leyes en el futuro.
Cuando un niño desobedece una regla no es personal, no esta desafiando ni retando. En muchos momentos las reglas resultan frustrantes para el niño, pero la frustración es inevitable en el proceso de crecer y querer evitarla no debería ser una razón para cambiar las reglas. Lo importante es conectarnos emocionalmente con los hijos.

Conectar-validar-redirigir

El tercer requisito para una disciplina empática es la conexión emocional. Conectar con las emociones de nuestros hijos es el primer paso en el momento de interactuar con ellos para poder disciplinarlos, al hacerlo se  les ayuda a regularse, los hace más receptivos. Al conectar es importante hacerlo de verdad, desde el corazón , con genuina empatía, razonando con ellos, validando lo que sienten. Lo que clama el niño es sentirse sentido cuando conectamos con su experiencia emocional y le ponemos palabras.
Cuando conectamos y entendemos el impulso de nuestro hijo, la posibilidad de redirigir se da de manera natural. Redirigir es ayudarle al niño a canalizar el impulso, buscar una solución aceptable; esto aligera la frustración y facilita la disciplina. Redirigir es decir “esto no, pero esto sí”, o bien “así no, pero así sí”. Redirigir funciona si se es empático con los niños.

Más tarde o más temprano, es muy positivo que después de una situación intensa y de difícil resolución retomemos lo sucedido y lo hablemos con el niño, pues disciplinar no es otra cosa que enseñarle al niño a resolver problemas juntos. 

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Bibliografía: García Hubard, T. No hay niño malo. Doce mitos sobre la infancia. Ed. Paidós. 1ª edición. Ciudad de México, 2017.