17 feb 2020

Apuntes sobre la educación




Apuntes sobre la educación


Nada es más omnipresente que la información. Es muy probable que en ninguna época de la historia se haya vivido tal cantidad de información como en ésta sobre la condición humana tan cruel en muchas ocasiones.

Resulta que de todo se quiere hacer un espectáculo; la política es un espectáculo, la intimidad es un espectáculo, la caridad quiere ser un espectáculo, las desgracias naturales que ocurren en nuestro planeta quieren ser espectáculo.

Ante esto, tal vez nunca había sido tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría. Por lo cual no basta la información, se requiere un sistema de valores y un orden de criterios.

Es decir, un sistema escolar “adecuado”.

Se suele descargar el peso de la educación en el llamado sistema escolar, y se olvida la importancia que en la educación tiene la familia, los medios de comunicación y hasta los dirigentes sociales.

En nuestro tiempo el poder del ejemplo lo tienen los medios de comunicación. A diferencia de los tiempos antiguos, donde el poder del ejemplo era el peso pedagógico de la política sobre la sociedad (en la antigua Roma). Son los medios de comunicación los que crean y destruyen  modelos de conducta.

Podemos admirar la elocuencia, ese hablar bien, con fluidez, con propiedad y de manera efectiva para convencer a quien escucha. Y ciertas formas de belleza, pero admiramos más la fuerza que la lucidez, más la ostentación que la austeridad, más los golpes bruscos de la suerte que los frutos de la paciencia y la disciplina.

Dice T.S. Eliot “¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”


Vivimos en una época a toda prisa, que cambia costumbres por modas, conocimiento por información y saberes por rumores, de tal forma que las cosas ya no existen para ser sabidas sino para ser consumidas.

Corresponderá a la Psicología o  Neurología descubrir si de verdad los medios audiovisuales, tan socorridos últimamente, tienen la capacidad pedagógica que se les atribuye, o si pasa con ellos lo mismo que los sueños, que al día siguiente se borran de la memoria con gran facilidad.

La conclusión es que las cosas gobernadas por el lucro no pueden educarnos porque están dispuestas a ofrecernos incluso cosas que atentan contra nuestra inteligencia con tal de salvar el negocio.

La instancia que nos puede ayudar a escoger con criterio y con responsabilidad es el sistema escolar, con la idea de que sea allí donde actúan las fuerzas que podrán ayudarnos a resistir esta mala fiebre de información irresponsable, de conocimiento indigesto, de alimentos onerosos (gran gasto/molesto, pesado) y de pasatiempos dañinos.

Vamos a la escuela a recibir conocimientos, pero también a compartir la vida con otros a conseguir buenos amigos y buenos hábitos sociales.

En ocasiones me pregunto si la educación planteada por nuestro sistema educativo no es demasiado competitiva, hecha para reforzar la idea de que “el hombre es la medida de todas las cosas”.

Lo que se memoriza finalmente tiende a olvidarse; lo mejor sería enseñar procedimientos y maneras de razonar que respuestas que puedan ser copiadas.



Cartas a quien pretende enseñar, Paulo Freire

Cualidades de los educadores:

1.- Humildad: de ningún modo significa falta de respeto hacia nosotros mismos, ánimo acomodaticio o cobardía. La humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.

La humildad nos ayuda a reconocer esta sentencia obvia: “nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo”. Sin humildad difícilmente escucharemos a alguien por considerarlo alejado de nuestro nivel de competencia.

La humildad que nos hace escuchar a aquel considerado como menos competente que nosotros no es un acto de condescendencia.

Escuchar con atención a quien nos busca, sin importar su nivel intelectual, es un deber humano.

La arrogancia del “¿sabe con quien está hablando?”, la soberbia del sabelotodo incontenido en el gusto de hacer conocido y reconocido su saber, todo esto no tiene nada que ver con la mansedumbre.

Una de las expresiones de la humildad es la seguridad insegura, la certeza incierta.

Otra virtud es la tolerancia.
Ser tolerante no significa ponerse en connivencia (Acuerdo entre dos o más personas) con lo intolerable, no es amansar al agresor ni disfrazarlo, No es “hacer como sí…”.

La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con lo que es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente.

Hablar de tolerancia es casi como hablar de favor. Es como si ser tolerante fuese una forma cortés, delicada, de aceptar o tolerar la presencia no muy deseada de mi contrario. Una manera civilizada de consentir en una convivencia que de hecho me repugna. Eso es hipocresía, no tolerancia (intolerancia). Y la hipocresía es un defecto, un desvalor. La tolerancia es una virtud.

El acto de tolerar implica el clima de establecer límites, de principios que deben ser respetados. Es por esto por lo que la tolerancia no es la simple connivencia con lo intolerable. Bajo el régimen autoritario, en el cual se exacerba la autoridad, o bajo el régimen licencioso, en el que la libertad no se imita, difícilmente aprenderemos la tolerancia. La tolerancia requiere respeto, disciplina, ética. El autoritario, empapado de prejuicios sobre el sexo, las clases, las razas, jamás podrá ser tolerante si antes no vence sus prejuicios. Por esta razón el discurso progresista del prejuiciado, en contraste con su práctica, es un discurso falso. Es por esto también que el cientificista es igualmente intolerante, porque toma o entiende la ciencia como la verdad última y nada vale fuera de ella, pues es ella la que nos da la seguridad de la que no se puede dudar.


Fragmento de: Paulo Freire. “Cartas a quien pretende enseñar”. iBooks. Es posible que este material tenga copyright. Material exclusivo para uso didáctico educativo.



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